Toda una misión cumplida


Desde el primer Compipulenta para acá pasaron muchas cosas. Entre otras, pasaron cinco años. Un lustro que, si lo evaluáramos únicamente a partir de lo que Nicolás Lantos y Juan Manuel Strassburger, agitadores culturales con todas las letras, hicieron para y desde el corazón de sus Cosas Pulenta, es una verdadera media década ganada.
Que estemos hoy hablando del Compipulenta 3 significa, por ejemplo, que hubo Compipulenta 2. Y hubo, además, un compilado más, La Hora Pulenta... ¡al rescate! Estamos hablando de muchas bandas y de muchas canciones que sintetizan y concentran la actividad de cinco años de rock en Buenos Aires. En una época -esto ya decíamos que hay quienes lo dicen, pero pasa que no dejan de decirlo- en que se habla más y más de "la muerte del rock nacional", en que sellos argentinos como Pop Art trabajan duro y parejo para homogeneizar el sonido de todo lo que publican y en que los locales para ver y escuchar bandas se siguen clausurando, la expansión del proyecto (ya no son dos discos sino tres, ya no son 33 bandas* sino 43) deja en claro, con más claridad que nunca, la efervescencia de una escena que, lejos de mermar o calmarse, como piden los Squirtles, sigue agitándose como un hormiguero incendiado.
La mala noticia es que el lanzamiento de este compilado fue antecedido por el anuncio de que ya no habrá más Festipulentas y por la certeza de que los nuevos directivos de Nacional Rock han preferido poner al frente de la radio a viejos dinosaurios que no se sabe a qué jóvenes interpelan. Esto un poco tiene que ver con la cuestión de si el rock es o no, hoy en día, patrimonio de la juventud. Pero da para largo. En definitiva, lo que está claro es que al menos una parte de la juventud sí se piensa a sí misma a partir del rock, o atravesada por el rock, y que esa fracción de la fracción sigue eligiendo la autogestión, la independencia y la búsqueda singular en una escena en la que, como en todas, no faltan los que se copian, los que imitan sin saber y los que nada que ver.
Pero en ese mix que puede parecer inabarcable, la tarea de Lantos y Strassburger ya no es la de proponer un nuevo canon sino el de sostenerlo y cimentarlo en una tradición. El primer Compipulenta marcó la dirección, el segundo la ratificó, La Hora Pulenta... ¡al rescate! sumó la perspectiva histórica y los antecedentes. Ahora, el Compipulenta 3 parece sugerir que al menos esta orilla del indie porteño-platense-uruguayo con amigos del interior se ha institucionalizado. En 3 "discos" (como algunos insistimos en llamar a carpetas de archivos mp3) con claras intenciones sonoras (el sónico, el psicodélico, el rocanrolero), los Pulenta trazan el más acabado mapa del under de los últimos años. O, al menos, postulan una posibilidad del indie. Son muchos años, muchos programas de radio, muchas noches, muchos excesos, mucho volumen. Pero no es un caso de síndrome de Diógenes. Por el contrario, es dejar firmes los cimientos para que alguien tome la antorcha y la siga llevando hacia adelante. "No lloren, crezcan" parecen decirnos los Pulenta con éste, el tercer y último Compipulenta, que esconde dentro de sí la llave para entender la parte más interesante de la historia reciente del rock argentino.


* Acá hay para hacer un chiste malo, muy malo, que tenga que ver con el "under" y los 33 mineros chilenos, mas no lo haremos sino que, borgeanamente, indicaremos únicamente su posibilidad.

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