Tirar y no aflojar

El Mundial dejó en el aire una incómoda comparación entre un pasado que se entiende glorioso y un presente agridulce, en el que se celebra lo conseguido sin dejar de pensar en aquello que no se pudo conseguir.
Algo así sucedió con Indie Cindy, el último disco de los Pixies y el primero grabado después de su que se separaran, se reunieran, se pelearan otra vez con Kim Deal, se reconciliaran, la echaran, trayeran una sustituta, la echaran también a ella y finalmente se quedaran con una bajista argentina de piernas largas. En el medio, en algún momento de todo eso, los Pixies grabaron un disco, con un tal “Ding” en las cuatro cuerdas.
Bueno, en realidad no grabaron un disco. Lo que grabaron fueron tres EPs, que lanzaron sucesivamente y finalmente compilaron en esta placa. Todo esto fue producido por Gil Norton, el hombre que estuvo detrás de tres de los cuatro discos anteriores.
Toda esta data dura no es al pedo: ayuda a poner sobre la mesa el juego de continuidad y ruptura que atraviesa el quinto disco de los Pixies. Continuidades y rupturas que atraviesan también al mundo del rock. Cuando los Pixies se separaron, eran la insignia secreta de los exploradores del indie yanqui, los que buscaban en las disquerías a las bandas que tipos como Kurt Cobain, incómodos en el centro de la escena, señalaban como fundamentales para comprender su sonido. Hoy, la discografía completa de los Pixies está a un click de distancia, Dave Grohl pasó de baterista de Nirvana a ser el más mimado por la industria y los Pixies se ven frente a frente ya no a la fama sino al mito que sobre ellos se construyó en la década en que anduvieron separados.
Evidentemente, los Pixies, que eligen seguir siendo los Pixies, atravesaron un denso proceso de cambios. Claro que en un proceso no es lo mismo lo que hay al principio que lo que queda al final. Una de las principales falencias de quienes salieron con los tapones de punta contra Indie Cindy -la Pitchfork le puso un puntaje amarrete de 2.5- fue no reconocer, o no querer reconocer, las condiciones en que la banda se encomendó a la tarea de hacer música.
La música de los Pixies se alimentó siempre de la tensión y la contradicción. La columna vertebral de la banda era el contraste. Sea entre los graznidos de Frank Black y los coros de Kim Deal, entre las estrofas tranquilas y los estribillos hiperdistorsionados o entre la ciencia ficción de las letras y las oblicuas referencias californianas de la música, ése tira y afloje entre los dos polos de calma y violencia llevaba las canciones al límite y producía una intangible sensación de peligro que atravesaba toda la discografía de los Pixies desde Come On Pilgrim hasta Trompe Le Monde. Pero ése equilibrio, que básicamente se balanceaba entre el input de Black y el de Deal, se rompió. La tensión terminó por cortar los finos hilos que sostenían todo y los Pixies se separaron.
Desde el principio, la posterior obra solista de Frank Black terminó de explicitar cuál era la fuerza principal que moldeaba el imaginario y el sonido de los Pixies. El gordo entregó en los años siguientes una discografía irregular, aunque llena de joyas, en la que los mejores momentos llegaron cuando se entregó a sus obsesiones: el coqueteo punk con la música country y los sonidos enfermantes de la guitarra de Joey Santiago.
Los Pixies se refundan a partir de la última y definitiva salida de Kim Deal de la banda, no antes. Y en Indie Cindy se nota el esfuerzo de Frank Black por encauzar su propia obra dentro de la lógica tensa de los Pixies, así como se nota la falta de ese contrapeso. Está la misma búsqueda de contrastes en canciones “Jaime Bravo” y “Blue Eyed Hex”, pero pocas veces la fórmula vuelve a funcionar. En los momentos más torpes, el disco parece el sucesor trunco de Trompe Le Monde. Y considerado así, como la continuación inmediata de aquel álbum de la década del noventa, Indie Cindy se cae y decepciona, como en “Bagboy”.
Sin embargo, es precisamente cuando los Pixies no juegan a ser la banda que ya no son que Indie Cindy se revela como un muy buen disco. Canciones como “Greens and Blues”, “Another Toe in the Ocean” o “Andro Queen” no buscan rendir tributo a un pasado tan lejano como inalcanzable, sino que se plantan con firmeza en el presente, asumiendo qué son los Pixies hoy: una banda de veteranos del rock, conocedores de los yeites de la fama, liderados por un tipo que desde hace más de 25 años busca la manera de seguir haciendo grandes canciones. Sin respeto por un pasado fosilizado, sino lanzado a la incertidumbre del futuro. Una banda de punk rock, en definitiva.

Una versión de este texto fue publicada en el fanzine Elige tu propia aventura.

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