Él Mató A Un Policía Motorizado - La dinastía Scorpio

Luego de que Él Mató a un Policía Motorizado (en adelante, Él Mató) publicara “Día de los muertos” en 2008, entre el público no tardó en instalarse cierta ansiedad impulsada por el interrogante “¿Cómo será el próximo disco?”. Era lógico preguntárselo. “Día de los muertos” cerraba una trilogía de álbumes conceptuales (la completan “Navidad de reserva” y “Un millón de euros”) que recorrían con un muy fino trabajo poético la idea del nacimiento, la vida y la muerte. Por eso, pareció mucho haber tenido que esperar cuatro largos años para ver cuánto de cierto había en eso que la banda mencionaba periódicamente, el “nuevo magnetismo” que vendría luego del final. Y en ese contexto de ansiedad e incertidumbre, Él Mató finalmente publicó “La dinastía Scorpio”.
Con la práctica ya abandonada del single con lado B, que adelantó “Mujeres bellas y fuertes” y “Chica de oro”, dos canciones que los asiduos a los recitales de la banda ya conocían y que ahora se lucían en el estudio, pudimos empezar a pispear qué se traía Él Mató entre manos. Y de repente, una noche, tuvimos el disco entero. Todo lo que los singles adelantaban, y que la banda siempre entrega con contundencia, está en “La dinastía Scorpio”: el amor, la amistad, las melodías inolvidables y un sonido exquisito que a los de La Plata les sirve para desplegar como en ningún otro disco todo lo que saben de rock.
Las canciones de Santiago Motorizado, están armadas, como siempre, con pocas cosas. Hay una sutileza, una insistencia por lo mínimo significante en la música de Él Mató que, por contraste, subraya muy bien la épica con que se alzan los estribillos. Son pocas notas, pocas palabras y mucho rock. Son canciones muy cargadas de melancolía y de cierto aire ausente, pero no por eso dejan de invitar a la comunión y la celebración. El primer tema parece sugerirlo cuando pregunta “¿Quién detendrá a la turba iracunda si no estoy con vos, nena?”. Pero el más claro ejemplo de esto es “Más o menos bien”, una canción que no promete la salvación ni mucho menos, pero que sin embargo no puede evitar decir “Amigos, formemos una banda de rocanrol, guitarras guardadas en el placard. Ahora somos nuevos creadores de roncanrol, tranquilos, todo va a estar más o menos bien”.
Y es que lo más emocionante de Él Mató, a esta altura, quizás sea que en sus canciones nuestra época es peligrosa, pero no por eso deja de ser emocionante. El final de algo, siempre es el comienzo de algo nuevo. Ya no se trata de mirar atrás con desdén y rechazo. La época que pasó, los años noventa, fue nefasta y dejó un tendal de heridos por todos lados. Muchos, casi todos los que escuchamos Él Mató, nos criamos como ellos en esa época. Entonces, no se trata sólo de contar el horror. De eso ya se encargó el rock argentino cuando tuvo que hacerlo: los Redonditos de Ricota y el Andrés Calamaro de fin de siglo fueron las voces que sonaron desde el centro de ese infierno camboyano. Ahora es el momento de hacernos cargo de esa herencia para que dé frutos. Porque ahí donde muchos ven la derrota y el agotamiento, los platenses encuentran el sonido necesario para cantar el ahora. En las ruinas de MTV, en las películas grabadas en VHS, en las miles de bandas yanquis que pudimos escuchar gracias al mp3. La tapa de “La dinastía Scorpio” muestra a tres adolescentes levantando sendos trofeos. Y de eso habla el disco: no estamos vencidos, esta es la época en que por fin podemos decir que hemos triunfado.

Publicado originalmente en Revista Mock.

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