Para Chester Bennington, a destiempo
Mis papás me compraron Hybrid Theory , el primer disco de Linkin Park, más o menos cuando salió. No me acuerdo a dónde habíamos ido esa noche, pero me acuerdo de estar en el auto volviendo a casa con el CD nuevo en las manos, muy emocionado con el regalo. No tengo claro si lo pedí yo o me lo ofrecieron, pero pusimos el disco en el coche y empezó a sonar la que era, hasta ese momento, la obra más perfecta del nü metal. Mi hermano mayor desaprobaba todo lo que escuchaba. En esa época nos dividía una barrera infranqueable: él estaba del lado de afuera del colegio secundario, yo seguía atrapado adentro. Del lado de adentro no había muchas opciones. Del lado en que escuchar música en inglés, jugar a los videojuegos y no poder patear una pelota de fútbol lo ubicaban a uno en un cruce de coordenadas muy específico dentro del ecosistema colegial, Linkin Park era un faro. De un día para el otro, como les pasó a los punks con los punks y a los chicos de los 90s con el grunge, para un grupo